Necesitamos aprender de los buenos ciudadanos

Esta columna fue publicada en Radio Universidad de Chile

El mundo está lleno de problemas y hay muchos ciudadanos que trabajan, en todo Chile, para resolverlos.

En los territorios más difíciles para el Estado y para las ONGs, los ciudadanos están venciendo a la adversidad, buscando luz en espacios que parecieran ser oscuros. Iluminan, aportan, su compromiso y perseverancia transforman esas comunidades, poniéndoles alma y rostros. En cada rincón de Chile hay agentes de cambio inspirando, porque nuestro anhelo y esperanza de un mundo mejor, en ese en el que caminamos juntos venciendo nuestros miedos y dificultades, aún no termina.

Pero, ¿cómo lo hacen? ¿Qué tienen en común estos hombres y mujeres que los hace extraordinarios y dignos de admiración? Además de resiliencia, perseverancia, solidaridad y empatía…

La creencia y una voluntad absoluta en que comienzan siempre por escuchar a otros y a su comunidad, porque saben que si no avanzamos en colectivo, los cambios no existen,  pero también saben leer las necesidades de su entorno porque hablan desde su vereda y no de otra prestada, buscan en lo colectivo las respuesta y es ahí donde el cambio implosiona y transforma su realidad. Escucharnos, comprendernos comienza por  el diálogo,  por sobre todas las cosas. Luego, viene todo lo demás. Lo saben.

Estamos llenos de obviedades, todos sabemos lo que es correcto, nos parece de sentido común. Lo promovemos, lo aclamamos, pero llega un momento en que pareciera existir un abismo en el que las buenas intenciones de un lado y del otro, chocan, y caen a un pozo sin fondo de entropía, confusión y ruido, en el que nos dejamos de entender, nos olvidamos que somos co-responsables de comprendernos y perdemos todo, hasta el sentido común.

En todas las conversaciones, de izquierda a derecha, de centro y de los que están fuera del sistema, se repite el mismo anhelo, escrito con distintas letras, colores y formas, todos estamos de acuerdo en que queremos habitar un mejor país. Pero no somos capaces de ponernos de acuerdo. Nos olvidamos de lo que parece obvio. Pero los buenos ciudadanos saben que en lo primero que están de acuerdo los ciudadanos, es que nos necesitamos para alcanzar el mundo que soñamos: más humano, amable, sostenible y desarrollado. Y para eso debemos donarnos, abrirnos y escucharnos, también conversar.

El segundo principio es que NO tenemos que estar de acuerdo en todo, pero si tenemos que estar de acuerdo en que vamos a respetar que el otro piense distinto, y que pese a eso, vamos a acordar la voluntad de construir entre ambas visiones un espacio seguro en donde todas las visiones se junten y podamos resolver el problema.

Todos tenemos el mismo propósito, sólo que llevamos mochilas cargadas de ideas distintas, pero que deben aprender a cohabitar el mismo espacio. Sigue pareciendo obvio y hasta de sentido común.

Los buenos ciudadanos de los distintos territorios de Chile, han aplicado estos principios, se han empoderado cansados de que los políticos,  gobiernos y los teóricos,  no logren alcanzar los acuerdos de diálogos mínimos  para garantizar un espacio seguro, constructivo y de cambio positivo.

Si tomamos lo mejor de una, lo más innovador de otra, lo más esperanzador, lo más obvio es que lo más disruptivo que puede suceder es que terminemos sintiendo empatía y compasión por ese otro par improbable, y que por una vez juntos habitemos el país que soñamos. ¿Es tan obvio?

Es hora de decidir cargar nuestras mochilas con los aprendizajes de los ciudadanos de base, y es ahí donde recién podremos ponernos la verdadera camiseta de Chile, la roja de la Calle, dejando estas barreras pre aprendidas y empezando a caminar como verdaderos ciudadanos.

*La autora es Directora Camiseteados

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