A 220 kilómetros de Santiago se encuentra la localidad de Cáhuil, al lado del balneario de Pichilemu, famosa por sus salinas, conocimos a un Camiseteado Jorge Redard, un profesor de Educación Física de la Región de O’Higgins y entrenador de la escuela de futbol de Cáhuil.

Jorge es conocido por todos los vecinos de Cáhuil como Tonino. Motivado porque veía que los niños no hacían deporte, en medio de la pandemia, este buen ciudadano y agente de cambio decidió tomar acción invitando a su comunidad a participar del Club de Futbol Unión Cáhuil.
Una cancha en medio de las salinas, con pasto que ha salido de manera orgánica, gracias a las lluvias y la humedad, es el espacio donde hace dos años se reúne la comunidad.“Siento que es el estadio más lindo del mundo”, asegura Redard. “Ahí empezamos de a dos, de a tres de a cuatro, seis, vamos sumando, y ahora tenemos alrededor de 60 chico”, agrega orgulloso.

La iniciativa comenzó en la pandemia, este vecino motivado y convencido de que era necesario que los niños volvieran a moverse para su desarrollo. Junto a otros vecinos conversando decidieron que lo mejor era hacer un un taller deportivo.
Cuentan los vecinos que la convocatoria fue boca a boca, entre ellos mismos, pese a las restricciones santiarias de ese entonces, vecinos y vecinas convencidos decidieron comprometerse. Tonino relata que comenzaron con materiales ponia el mismo y algunos apoderados, y ahí todos empezaron a colaborar, amigos. “Ahora tenemos un stock completo de materiales para jugar”
“El objetivo fundamenta de la escuela es ver a los niños y niñas crecer, tanto como deportistas , en este caso en el fútbol y lo más importante como personas, con valores, con respeto, con humildad, con tolerancia, con compañerismo y mucho trabajo en equipo”, asegura Jorge.

Dentro de las actividades realizadas, cuenta que han logrado llevar a algunos niños que destacan por su comportamiento, más que en lo deportivo, a pasar un día en clubes deportivos profesionales, para que aprendan de sus experiencias. Los niños valoran los aprendizajes que este Camiseteado les ha entregado sobre todo en la parte humana: “me ha enseñado a ser buena compañera”, destaca Josefa, una de los jugadoras.
“Me motiva ver a los chicos detrás de un balón, ver a los chicos practicando deporte, eso es fundamentalmente”, confiesa Tonino.
Los padres de los jugadores aseguran que Tonino se convirtió en una leyenda por su compromiso con la comunidad.
“Soy un Camiseteado porque me la he jugado por estos chicos, me la he jugado por el pueblo. Porque me gusta lo que hago siento pasión por lo que hago, disfruto el trabajo con los niños y me alegro mucho cuando veo sus logros, cuando los veo crecer como deportistas y como personas. Soy feliz después de cada entrenamiento”.